“Víctima de violencia de género, en una sociedad a la que sólo le importan, los aspectos individuales y sobresalientes, de quiénes viven en un pedestal materialista, entronizado por el consumismo extremo, la vida que le gustaría tener al común del vulgo, la democracia es la fémina por antonomasia, maltratada, vejada, agredida, sodomizada, a diario, cotidianamente, y sin que por ella pidamos, exijamos, ningún tipo de justicia, ni mucho menos que reparemos que tenemos que cesar, en este compartimiento, violento e irracional, que nos mutila de nuestra condición humana”. Estas líneas alcanzan para discernir que se trata de la pluma de Francisco Tomás González Cabañas, quién es pulsado por dos editoriales europeas, que pretenden tener bajo sus respectivos sellos la obra del autor para el 2019 que da en llamar “El drama democrático”.
Tras los buenos niveles de venta de su último trabajo ensayístico “La democracia africanizada” (Editorial Camelot. 2018) como las elogiosas como críticas lecturas en el ámbito académico y teórico, de su obra anterior “El acabose democrático” (Editorial Apeirón. 2017), el año que se inicia tiene un nuevo título para el autor, que se desliza entre las perspectivas filosóficas, psicoanalíticas y sociológicas, sin que el lector tenga que tener un conocimiento avezado para obtener, un diagnóstico, como posibles tratamientos para conquistar el sueño posible de contar con un contrato político mejor y por ende una sociedad más acorde a las necesidades de un ser humano de estos tiempos.
“La imagen, sintética como simbólica de lo democrático, es la urna, la caja, el cesto, su ranura, apertura, pliegue, donde cada cierto tiempo, penetramos con el sufragio, inoculamos el voto, en tal espacio y acabamos, terminamos, por lo general en el goce que se confunde con placer, extasiados por haber cumplido el mandato, lo dimanado por los mandantes o por sus leyes, creyendo que en verdad, estamos eligiendo, libremente y sin condicionamientos. Repetimos, replicamos, reiteramos, lo que nos trajo al mundo, esta experiencia de haber sido expulsados del útero, para que algunas puedan, años después, tener, vulva mediante, el suyo propio, para que germine dentro, la perspectiva de lo humano desde ese otro lugar y otros, tengamos la ventura, o desventura, de ser los germinadores, los inoculadores, que seriados y en serie, transitamos, copiosamente, una y otra vez por lo mismo, por la turgencia, la erección, es decir la candidatura, la elección, lo electoral, la potencia, para luego en el encuentro carnal, lo íntimo que luego será público (dando por cierto el apotegma de que “lo personal es político”) en la jornada electoral, en la fiesta cívica que devino de las festividades dionisiacas, para luego transformarse en bacanales, más luego en las ruedas orgiásticas de las que ahora traducimos, el conteo no de hombres, mujeres, clímax, posiciones, u orgasmos, sino de cantidad de votos, prevalencias de uno sobre otros, imposiciones, supuestamente consensuadas, de un poder que acaba en lo público, que al haber cosificado y sacralizado la vulva, la deja allí, aterida, banalizada, a merced de que la tratemos solamente mediante nuestra faz instintiva, que lo único que tengamos que hacer frente ella, sea ultrajarla, mediante el falo en que se transforma el voto, la elección, lo electoral, en definitiva lo democrático”.
Entre tantas cosas que alumbrará el año que inicia, contará con esta obra que pretende ser una herramienta, para lectores, como ciudadanos que tengan como deseo el vivir en una sociedad mejor que atienda los aspectos más relevantes, como imperdonablemente olvidados de la humano, en su encrucijada con la existencia.
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