Corresponde decir que, Miguel Ángel Bernao, joven escritor español, nacido en Zaragoza y desde temprana edad vecino de la ciudad de Tomelloso, es el poeta de la arrogancia lingüística, el silencio de la melancolía y la pulcritud sonora de la rima; con cinco publicaciones a sus espaldas y una lucha constante por gobernar el sentimiento y modelar la pasión y el deseo, con iniciativas novedosas y tan importantes como su brillante Exposición “Poesía, esencia de recuerdo” que, pronto viajará a Colombia y Bélgica y, sus celebrados Encuentros Poéticos Musicales con grandes cantautores Españoles, Miguel Ángel asciende al trono de los magníficos oradores de la poesía más emocional y abstracta de España.
Lejos de indagar en su camaleónica capacidad para desnudar el sentimiento, Miguel Ángel, flagela la capacidad humana de raciocinio y nos envuelve en una bruma incesante de misterios, jugando con la moralidad y la reflexión más bohemia y trasladando al lector al parnaso de los deseados anhelos.
Su poesía ha sido traducida a diversos idiomas y su juventud otorga al poeta la madurez necesaria para seguir creciendo en su calidad expresiva. Es justo decir que, se atisban indicios de rebeldía en sus poemas, cierta ambigüedad y ante todo una sonora y estupenda capacidad lingüística, sobre todo en su última publicación poética “La vaguedad del pensamiento y otras atrocidades de la imaginación” que tanto éxito está teniendo en países como Colombia, Paraguay y Argentina. Son frecuentes sus escarceos por tierras Sudaméricanas y cada vez más su poesía va penetrando por toda Sudamérica, habiendo participado en distintos programas de radio.
Es de honor nombrar a Bernao, entre los grandes poetas de la generación actual Española, sobre todo por su evolución y su lucha constante por otorgar al sentimiento la innegable capacidad para transformar las emociones en un tiempo donde todo se hace recuerdo.
Valgan estas líneas para invitarles a descubrir la poesía de Bernao, su locuacidad expresiva y la sencillez con la que nos envuelve en cada uno de sus versos. Ustedes deciden, la poesía de Miguel Ángel Bernao tiene una gran virtud y esta no es otra que sabe esperar.
I
Tanto me necesito, que lo que pronuncia mi boca
se escucha en los barrancos del olvido.
Sueño en los estambres nidos de arañas
entre las rendijas de una primavera
y los desvelos de un alma incorpórea
que se lleva la melancolía a los otoños,
donde, las hormigas se arropan
anudando la noche enferma
y siembran la tierra de paz y de armonía.
Tanto me necesito que la naturaleza
se me muere en el pensamiento
-estaciones de estaño olvidadas-
tras clavar su recuerdo incendiario
en los costados de mi sombra
y el deseo de mis quehaceres cotidianos.
Tanto me necesito…
II
Ahora,
que tan solo distinguimos los cielos
con la mirada perdida,
ahora,
que un deseo de inmortalidad preside lo eterno,
ahora, tan solo ahora,
donde ya no se habla de tristeza
y entre las alturas de lo inalcanzable
los pájaros pierden su vuelo,
ahora,
quizá debamos encumbrar
los momentos en el recuerdo de las oportunas palabras
y nombrar la eternidad en el silencio del hombre.
Ahora tal vez, seamos rostros de espejos milenarios
y la creencia nos convoque más allá del firmamento.
III
De las entrañas, en lo más profundo de los secretos,
allí donde tan recóndito y dolorido es el lamento,
surgen para el que siente las memorias errantes
los tiempos donde la nostalgia se hace promesa.
De la vida, de los múltiples algoritmos de su emoción,
en vano llega el olvido cerrando las puertezuelas,
siempre andando al azar con el peso de la historia;
toda vez que en tierra cayeron las lágrimas de la ciencia,
volviendo el amor a sobornar la pasión de la tierra.
Por eso las grandes dichas se fraguan en la espera
en la cautelosa neblina de un instante impreciso,
donde tan fáciles y breves son los versos escritos
y se perciben mejor los silencios del olvido.
Seria en vano ser feliz cuando el mundo se ahoga
en la trémula secuencia de un piélago homérico,
flotando en la densa niebla con la fuerza homicida
del alma que, perdida en la oscura y sigilosa noche
transita los convulsas reflexiones de un mortal suicida.
Hágase el recuento de los perdones y llévese la ciencia
la predisposición a embrutecer tácitamente el intelecto,
tal vez, en el crepúsculo de las tinieblas inmóviles,
vuelva la fortuna aliviando la esperanza maltrecha
y las primaveras descubran sus pétalos privando la tristeza.
Los comentarios están cerrados.