Que esta pregunta no tenga respuesta, no significa que no se cumplan los valores democráticos de accesibilidad a la información y transparencia pública, sino que más que nada, que los gobernantes, en las comunidades en donde esto siquiera se pregunta, siquiera se manifiesta como duda o inquietud, se transformen en señores feudales o monarcas, simbólicos, que con tal derecho adquirido (o al menos cedido, por la omisión o complicidad de una sociedad que está en otra cosa) pueden hacer lo que les plazca, hasta el momento mismo en que pierden poder y que solamente serán instados a que den explicaciones de lo que hicieron sí así lo desean los que los reemplacen, está es la explicación de porqué en política, uno de los principios velados (y más luego vedados), como sagrados, es no perder nunca poder, para seguir haciendo lo que desean sin explicar nada a nadie y en el peor de los casos, no dar a explicaciones a nadie y por ello no tener que pagar las consecuencias de tales arbitrariedades.
No es casual que cada vez que un gobernante da a conocer (cómo si fuese una victoria de una sociedad politizada y exigente, cuando en verdad es más que nada una acción de marketing desde el oficialismo que propone “hacerse el transparente o jugar a la transparencia”) lo que percibe como sueldo, se desate todo un dispositivo, acendrado argumentalmente en una falsa moralina, mediático-social, para repudiar, reprimir o reaccionar, sea cual fuese la suma, y lo que es peor, esta acción premeditada, sea culposa como mentirosamente respondida, por los gobernantes cuestionados, exagerando sus herencias, los ingresos de convivientes y los siempre, ingentes, ingresos de las famosas actividades privadas a la orden del día, de los que administran lo público, pero que se hacen un tiempo, además para lucrar, comprando barato y vendiendo más caro (al final del día el capitalismo es esencial, como pobremente, tan solo y únicamente, es esto mismo) sin dejar el manejo de lo público o siquiera pensarlo.
El problema, lo tenemos nosotros, como sociedad integral, en donde la política no es un valor en sí misma. La política, para el cuerpo extenso y casi total de la sociedad, es tan solo un instrumento, una plataforma o un trampolín, para acceder a una posición en donde se tengan mayores recursos para adquirir bienes, tanto como esto y tan poco a la vez.
El gobernante que no da a conocer de cuánto es su sueldo, no sólo que se aprovecha, que abusa, que sodomiza, a una sociedad empobrecida en todos los sentidos (material, moral, educativo y político) sino que además, está reconociendo, implícitamente, por intermedio de este ocultamiento, de esta agachada, no sólo que prefiere estar al margen de las disposiciones de las democracias de calidad o de lo esencial de la democracia en sí misma, sino que no tiene, no posee, un concepto político, una noción de la política, una formación en el manejo del poder o de la cosa pública, que trascienda el mero y huero, mercantilismo de tener más o menos en el bolsillo o en sus cuentas bancarias o en escrituras y títulos de propiedad.
No debe haber algo más triste que tener gobernantes que no saben gobernar, es decir que no tienen noción de lo que conceptualmente esto significa. Lamentablemente son muchos, dado que son el claro, o el caro y fiel reflejo de una sociedad, que el único valor sagrado que respeta es el de la acumulación de bienes; así estamos, así nos va.
Ya sabe usted, si su gobernante (sea Presidente, Gobernador, Intendente, Alcalde o lo que fuese) no le dice abiertamente cuanto le paga usted como parte del pueblo que gobierna, es básicamente porque usted con su inacción, con su silencio, se lo permite en grado de complicidad. No se queje después sí el dinero no le alcanza o sí sus sueños materiales se hacen añicos a medida que más los desea. Usted está dejando que lo traten como un número, de los que dan vergüenza, por ello se lo oculta, dado que no significa nada más que una cosa, un objeto, una ficción (nada más ficticio que un número) de lo contrario le darían, razones, explicaciones, argumentos, conceptos, palabra, sin embargo al dejarse tratar como algo que no existe, que solo tiene entidad en un papel, en una estadística (recordemos que U. Eco decía que está era la práctica que narraba que sí una persona como tres pollos y otra come sólo un pollo, dirá que dos personas comieron dos pollos cada una) no hace más que ser funcional, a los que son dueños de su vida, de su libertad, de sus pensamientos, de sus esperanzas, de sus fantasías y por sobre todo de sus miedos y temores.
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